Todavía me llevo con el chico al que le escribí esto.
A decir verdad, nos volvimos muy buenos amigos, él confiaba en mi, realmente lo hacía. Y yo claro, tenía ese gusanito de que tal vez hubiesemos sido algo lindo. Pero nuevamente llegó una chica.
Esta vez me dolió, pero de una forma distinta.
Me quitaba no a alguien que me gustaba, si no a un amigo, uno de los mejores que tenía.
Pero así es la vida. Nos llevamos, eso digo, pero cada vez menos, menos, menos... De las cosas más tristes que te pasan al crecer es saber que nada dura para siempre, ni siquiera lo mejor, y que a pesar de eso la vida sigue como si nada.
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Aquella noche el agua estaba tan helada que deje de sentir mis manos mientras les quitaba el jabón, era como si estuvieran muertas y lo único que las podía mantener vivas era el recuerdo del calor que emanaban tus manos en esos primeros días de invierno cuando el astro rey había decidió ocultarse tras las nubes, tal vez por timidez, tal vez porque ya se había cansado de ser testigo de los banales amores de verano y las decepciones otoñales, pero eso a mi me daba igual pues tú eras el sol de mi invierno, y por ti seguía creyendo en los días de verano.
Se cae el cielo y que más da, tenemos nuestro mundo…si estamos juntos.
Pero tal parece que una caída tan estrepitosa como la del cielo deja pocos sobrevivientes, y eso que creíamos nuestro amor, tampoco sobrevivió.
Cerré la llave del agua con las manos temblándome del frío, apenas reaccionando con el contacto de la aterciopelada toalla. Miré de reojo el reloj de mi habitación y vi, las 11:15. Hace unas semanas a esas horas de la noche compartíamos risas secretas tu y yo, para no despertar a nuestros padres, y aunque nos veíamos 3 veces por semana eso no nos era suficiente y esperábamos ansiosos la próxima vez.
Todo se había sentido tan real, tus brazos abrigándome del crudo frío invernal, tus labios susurrándome al oído cuánto me amabasy las promesas que hicimos el uno al otro…que sí íbamos a estar siempre juntos, que si jamás habíamos sentido esto por nadie, que a pesar de todo yo era la única y la primera –aunque tras de ti hubiera otras dos damiselas—y que no importaba qué; con quien más querías estar era conmigo, pero que necesitabas tiempo, y la verdad es que a veces el tiempo no es tan sabio, y menos nuestro tiempo, el tiempo de la juventud y los errores…y vaya que cometí muchos.
Antes de ti tuve que despedirme de ese chico de tez oscura, de cabellos medio enrulados y risa divina, ese que decía quererme mucho más que a otra, pero cuando tienes 15 años no elegirás al que te tiene sentimientos sinceros hacía ti y te dice “te quiero”, tienes esa manía compulsiva por elegir al que te diga “te amo” y te haga falsas promesas; inalcanzables, tan utópicas como el socialismo de Marx o la bondad eterna de la Iglesia.
Le dije adiós a mi ahora ¿exnovio?, quién no quiere verme ni en pintura por mi tan precipitada decisión influenciada por la presencia de los latidos de tu corazón junto a los míos, latidos mecánicos , fríos, insípidos; como de una caja de música, latidos que tocarán una linda melodía si le das cuerda pero que dejará de sonar en cuanto tú pares.
Ahora son las 12:00 am y debería haberme acostado ya para ir al colegio por la mañana, seguir la rutina de siempre y encontrarme contigo en la clase de Idiomas, pero es que una diferencia de 15 minutos es la que cambia el sentido de las palabras y las tergiversa en una prosa retrospectiva hacía lo que hace unos meses era yo.
Un día hablamos, la neblina era densa y salía humo de tu boca al pronunciar cada palabra, el viento cortaba heladamente mi rostro y a pesar de la gruesa chamarra que tenía el frío me atravesaba las entrañas. Recuerdo claramente la hora y el lugar, estábamos sentados en una banca blanca como dos colegiales enamorados, pero las cosas no marchaban bien.
--Estoy muy confundido—dijiste—y es que cada día que pasa creo que puedo vivir menos sin las tres.
--Creía que yo era la única y la primera.
--Es que no puedo vivir sin ninguna de ustedes, es como si tuviese comida y oxígeno pero me faltara el agua.
(Yo puedo vivir sin la comida, pensé)
--Entiendo.
--Quiero pensar bien las cosas, por favor dame un respiro.
Tus palabras me lastimaron más que ese frío cortante, pero no mataron a mi corazón ni la esperanza de que tomaras la decisión correcta. En mi casa estuve pensativa, tarareando sin razones y desojando una margarita artificial.”Me quiere, no me quiere, me quiere, no….” Antes estaba segura de que me querías, pero ahora ya no sabía ni si tenías en consideración mis sentimientos. Yo misma me hice ciega, pues ya sabía que las cosas no acabarían con un “Felices para siempre”, los finales felices son simplemente historias sin acabar.
Ese día a las 12:00 am sonó el celular y eras tú.
Esperaba que dijeras que te quedarías junto a mi, que ya nada más importaba y que nuestras promesas no se derrumbarían, pero no, simplemente dijiste ‘Lo siento, te amo pero tal vez después de todo, no seas la indicada para mí.’ Déjame decirte una cosa, aquella noche te extrañé desde antes de colgar.
No pude evitar que una lágrima recorriera mi rostro y sentí como mi corazón se hizo añicos, millones de pedacitos rodaron por la cama y se quedaron en la alfombra, junto con las ilusiones rotas de una adolescente anoréxica que solo se alimentaba de tu amor, o más bien, de las migajas de este. Tal vez tu problema era quererme perfecta, y el mío, pretender serlo. En tampoco tiempo te pueden decepcionar tanto…ni un minuto basto para que le dieras un giro a mi historia.
Y ahora si no eras tú ¿quién? Podía ser quien quisiera pero yo solo añoraba estar entre tus brazos. ¿Razones? No lo sé, no diste mayor explicación. ¿Alguna idea? Pues teniendo en cuenta a las otras dos “damicelas” supongo que si debías elegir entre la buena, la mala y la fea pues te quedarías con la mala e incluso con la fea si no era tan bien portada como yo, pero por qué habría comportarme de una manera distinta a la que soy yo para que me quisieras?, solo porque aún creo en príncipes y en bailar un vals para enamorarnos no significa que no pueda hacer otras cosas, claro que si te refieres a otras “cosas”, lamento que ahí tendré que decir que no. Ya sé que ese tema jamás lo hablamos directamente pero tú sabías la clase de chica que soy, un “mojigata” si así me quieres llamar, pero si en verdad me quisieras te vendría dando igual ¿Qué no? La estúpida fui yo por creerte distinto y a pesar de comprenderlo tan bien, mi corazón no escuchaba a la razón y latía solo por ti, aunque me despreciaras—una y otra vez.
Me dirigí al espejo para quitarme el maquillaje del día, yo me vestía como muñeca, por un sin sentido me quería ver como princesa.
Miré mi reflejo y sonreía al notar que al menos yo todavía me quería.
Esa mañana escuché a la mala hablando sobre ti, frases como “estúpido”, “tonto” y “lo tengo comiendo de la palma de mi mano”, salieron varias veces de su boca y por supuesto me enteré de que ‘la mala’ no solo se divertía contigo sino con otros dos también. Y tú eras el tonto que gastaba sus ahorros en regalarle un poster autografiado para su cumpleaños.
“Sí mereces ser llamado así y la verdad es que no me importa”—me decía para engañar lo mucho que me importaba e irritaba que te vieran la cara así, claro, pero no querías a una muñeqita ¿verdad? Querías a esa zorra. Y aún así me daba igual, si abrieras los ojos y me robarás un beso yo cairía rendida a tus pies, difícil de saber quién de los dos es el más tonto ¿no? Tal vez yo era la comida de tu plato y aprendiste a vivir sin mí.
Te añoro tanto por amarte, y la verdad es que esta noche fría de invierno solo quisiera robar tu calor, que por la noche simplemente me hablaras de amor…
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